Comprender a Perelman
Imma Monsó
Su crimen es la austeridad. No gustan un pelo los que no necesitan nada. Nada del mundo material, digamos
Por favor, deje de molestarme: estoy recogiendo setas", dijo Grigori Perelman a uno de los escasos periodistas que consiguieron que les cogiera el teléfono. El periodista andaba tras el escurridizo Perelman a la caza de la noticia. Pero ¿de qué noticia? Perelman es un matemático insigne que lleva una vida solitaria consagrada a su pasión por las matemáticas. Y aunque hace un tiempo resolvió la conjetura de Poincaré, algo que nadie había logrado antes, lo que le ha hecho verdaderamente famoso es negarse a recoger el dinero del premio que el Instituto Clay le entregaba en París la semana pasada. Perelman ha declarado: "No necesito nada", y con tan austera declaración ha cabreado a periodistas, ciudadanos, organizaciones humanitarias que le increpan: "Coge el dinero y dánoslo"... Numerosos programas televisivos se han ensañado con él: se conoce que rechazar el dinero es propio de locos y de tarados, y una buena cantidad de telespectadores enfurecidos llamaron al programa para diagnosticarlo a cajas destempladas: "¡Psicópata! Que coja el dinero y nos lo dé".
El crimen de Perelman es la austeridad: no gustan un pelo los que no necesitan nada, nada del mundo material, digamos. A no ser que se dediquen a la caridad. Pero si, encima de no necesitar nada viven consagrados a una pasión por lo abstracto, por algo que no se puede ver, oler ni tocar, entonces la incomprensión se tiñe incluso de agresividad. Dicho esto, ¿quién comprende a Perelman?
1) Los matemáticos en general han salido en su defensa. De hecho tienen precedentes: Grothendieck, otro insigne matemático precursor de Perelman en lo de rechazar la pasta, dijo cuando le concedieron la medalla Fields que no quería dinero y que su salario de profesor bastaba y sobraba para sus austeras necesidades. Ahora vive en algún lugar secreto de los Pirineos, en plan ermitaño.
2) El Instituto Clay, que lejos de sentirse ofendido por el desaire, ayer seguía manteniendo en su página web una muy respetuosa posición hacia su díscolo galardonado.
3) Muchos ciudadanos (entre los que sin duda se cuentan aquellos a quienes les gustó La soledad de los números primos),que tienen razones variopintas para pensar que el gesto de Perelman es hermoso, o simbólico, incluso heroico. Diré la razón por la que envidio y admiro la suerte de Perelman: aunque ya aviso de que yo no rechazaría el millón y pese a que la austeridad no me dice gran cosa, nada me parece más envidiable que tener una pasión tan voraz tan voraz tan voraz que todo lo demás a su lado queda deslucido... ¿Se lo imaginan? Andar todo el día ensimismado, con la cabeza en una nube de fórmulas, no depender de nada ni de nadie, ni del matrimonio ni del amor ni de las ilusiones engañosas del dinero, ni de las emociones fatuas y fugaces de la vanidad, ni de los proyectos que (dicen) ayudan a vivir, como por ejemplo "vamos a construirnos una piscina, a tener trillizos, a cambiar el coche", cosas todas ellas que se palpan y se tocan... Pasarse el día en casa, solitario, dándole a la conjetura mientras tu madre te hace la cena y la colada... Eso es una suerte tan inmensa que no se puede comparar con nada: porque el amor al conocimiento nunca decae, es insaciable e infinito y además es gratis. Como lo digo lo siento: si me dieran ese millón de dólares y la pasión por la conjetura de Poincaré o cualquier otra conjetura a mi alcance estuviera en venta, yo me la compraría. La pasión, digo. Pero hay cosas que ni se compran ni se venden. Y el rechazo de Perelman a ser tratado como una mercancía es todo un símbolo de ello, tanto si a él le gusta como si no.
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Permiso para disentir
Pilar Rahola
Difícil artículo, no en vano remar contra corriente siempre comporta grandes riesgos. Y sin embargo, ¡qué necesidad de poner la postilla a tanta adulación acrítica, a tanta elevación a los altares, aunque el santo en cuestión fuera un descreído impenitente! Hablo de José Saramago, cuya muerte se ha parecido más a un duelo nacional que a la triste pérdida de un escritor. Por supuesto, se trataba de un gran escritor, y personalmente llegué a amar tanto su obra, que incluso recorrí los paisajes portugueses de su bella novela Memorial del convento. Sin embargo, con Saramago me pasó lo mismo que con Cela, que amé su literatura tanto como desprecié su pensamiento, en ambos casos porque cuando dichos escritores se calzaban las botas de pensadores, no salían perlas de sus bocas. Cela era un machista maleducado, un grosero malhablado, un tipo desagradable, y, sin embargo, La familia de Pascual Duarte es un monumento literario.
Y Saramago, cuyas formas eran educadas, estuvo toda su vida vinculado a los pensamientos más reaccionarios de la izquierda, hasta el punto de dar su apoyo a dictadores comunistas, a partidos como el PC portugués, que habitan ideológicamente en el jurásico inferior, y a todo quisque que machacara a los norteamericanos, hiciera populismo tercermundista y, por supuesto, hablara mal de los judíos. Si las ideas de Saramago hubieran triunfado, habríamos vuelto a los peores tiempos del estalinismo, porque este "lúcido pensador" –según la mayoría de las crónicas laudatorias de estos días– despreciaba a la malvada democracia "burguesa", tanto como amaba a la dictadura del proletariado. Villatoro lo explicaba muy bien ayer en sus "Trossos" del Avui: "Muchos escritores se han fascinado por formas de pensamiento totalitario, y nadie les discute que sean grandes escritores". Pero no son buenos pensadores. La cuestión es preguntarse por qué Saramago, después de toda una vida defendiendo ideas extremas, mantuvo intacto su prestigio como intelectual "comprometido". ¿Comprometido con qué? ¿Con algunas de las ideas que destruyeron el siglo XX? ¿Y si hubiera defendido al extremo de su propio extremo, el fascismo? Entonces habría sido condenado al ostracismo, porque a la extrema derecha se le niega, por suerte, el pan y la sal. Los intelectuales de extrema izquierda mantienen su prestigio ideológico intacto, incluso después de que su propia ideología haya fracasado. Disiento, pues, de tanto elogio desmesurado. Lamento la muerte del escritor cuyas novelas me han hecho gozar tanto. Pero nunca pensé que detrás del escritor hubiera un intelectual, sino que había un viejo comunista aferrado a ideas sin futuro, tan obtuso en su pensamiento como sutil en su literatura. ¡Viva, pues, la buena literatura, la única que quedará (por suerte) tras la guillotina del tiempo!
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No vull explicar l'evidència ni estendre'm més en aquest llarg post..., només dir: Permiso para disentir: Comprender a Perelman. Sempre!
Per Sant Tinnitus! i per la nit de Sant Joan! visca la lletra i visca la diferència! en aquests temps en què abunden les intencions de notables i de ments preclares... vull amb ànsia denunciar l'èxit de les diferència, i acotar: comprendre sense demanar permís. Sempre! Un nexe d'aquest text és la lletra, el caràcter, i l'altra, la gran diferència en la qualitat del pensament, en la qualitat de la seva expressió, avui quan més que mai calen significar categories davant les diferències!